4 abr 2012

Sahumerio del Martes Santo (El Rocío)

Rocío. Fotografía: Álvaro Simón Quero.

El duende nos pilló desprevenidos. Todavía de sobremesa, en esa tertulia familiar que es norma del Martes Santo, recibo un mensaje con unos versos en forma de seguiriya. El cónclave no es arbitrario; desde que el Rocío decidiera lanzarse a conquistar la tarde temprana, en mi familia hemos inventado una especie de segundo Domingo de Ramos. Que por Ella tienen su nombre mi madre y mi hermana, ese nombre de brisa fresca y azahar victoriano -como reza una revolera de música de gloria que Sergio Bueno le ha escrito a la Virgen-. Primero leo los versos de Fali para dentro, sabiéndome casi en primicia; luego me permito la licencia de leerlos a la concurrencia, sobre todo para que mi madre -que me ha llevado de la mano a cada uno de aquellos traslados de las siete de la mañana del Martes Santo, y al Via Crucis de San Lázaro, y a llevarle claveles a Ella- los saboree como el postre más dulce. Quedamos así avisados de lo que, por boca de Luz Mari, se le dirá a la Novia de Málaga en calle Echegaray cuando se vaya cerrando la noche: 

En tu blancura de novia
la pureza se ensimisma,
eres Rocío de la Gloria, 
tu nombre huele a marisma
y a barrio de la Victoria

Aprovecho la emoción del momento para explicarles que hoy la Virgen del Rocío llevará su candelería restallante de jazmines. Como estamos en abril, las biznagas tienen que ser de cera; más que el año pasado, que todo parece poco. El entusiasmo de la tarde, viendo como el cielo se ha clareado, se va convirtiendo en un rosario de tópicos geniales. Miguel Gutiérrez, con su capacidad para regalarnos pequeños pregones de menos de ciento cuarenta caracteres, va y dice que Málaga la trae del brazo, a la antigua, con el azahar prendido en el pecho. Y Alejandro Cerezo, del que aprende uno tanto, le implora ¡Novia! No invites al agua a tu boda... Cuando, inevitablemente, hablamos entre nazarenos blancos de cómo se portará el tiempo, y salpicados de un chispeo mínimo, convenimos que se trata de Rocío, rocío del cielo, como en Pentecostés. Y así, adornando hasta la inclemencia, nos empeñamos en un martes maravilloso.

Los amigos nos cruzamos sonrisas grandes, congratulándonos de la algarabía del Altozano y la Cruz Verde. Y no hay forma de resistirse a venir con ella, desandando la calle, y desde ahí hasta Peña y Mariblanca, embelesados en la espuma de encajes que ha puesto, tan sencilla y clásica, Curro Claros, regalándonos su particular interpretación de la pureza y sumándola a una tradición de mantillas de blonda. Nervioso perdido, le digo unas cuantas cosas bonitas a la Virgen. El ánimo está como los gladiolos, apuntando en todas direcciones.

Pasos en el Monte Calvario. Fotografía: Álvaro Simón Quero.

Viendo el Calvario del Señor se nos afianza la creencia de que esta cofradía nos lleva por buenos pasos. Entre el corcho, regueros de sangre prorrumpiendo en claveles reventones; aquí y allá matas de romero -romerito santo, romerito bueno, que salga lo malo y entre lo bueno, que decía mi abuela para bendecir la casa- y algunos cardos. Al filo del cajillo, lirios morados como su pasión, escoltados de ramitas de lavanda, y algún detalle de pita. Y la roca en que apoya su sagrada mano, bien integrada en el risco, sin duda el mejor que he visto. Quién nos iba a decir que después, en Echegaray, sus hombres de trono iban a traer magníficamente orquestada una puesta en escena de lujo. Con esos cambios de paso antes impensables, denostados, y que ahora son delicia del pueblo entregado.

Avisados como íbamos de la fiesta que iba a ser esa calle, buscamos sitio cuando ya no cabe un alfiler, cayendo la tarde. Y por esa puntería disparatada, encontramos un portalón con carteles de recién pintado, donde no se ha puesto nadie. Enfrente mismo del balcón señalado. La puerta huele a barniz -mucho mejor que a lo que olía la noche anterior la rampa de la Aurora-, efectivamente, pero no mancha. Y se cumple el vaticinio; Luz Mari hace su saeta como ella sabe, rota, sin ese final de martinetes a que nos han acostumbrado. Cortita para que sepa a poco. A mi lado una familia me agradece que les haya insistido en quedarse, casi me besan la mano. Y luego suenan esos últimos acordes de Rocío, de Vidrié, con su alma de flauta y tambor, para que la bulla enloquezca del todo. Y la Virgen se va.



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4 comentarios:

  1. Tus comentarios son todo un deleite para mis ojos, que me has transportado en el tiempo en que descrubíamos juntos todos estos regalos que ahora nos traen muchisimos recuerdos de vivencias juntos. Y como siempre, mi agradecimiento por hacerme partícipe de tus conocimientos, que ya sabes lo que siempre me interesaron y compartimos.

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  2. Qué buena estaba la manzanilla!!! en la Plaza Cervantes y en buena compañía.

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  3. Pero los últimos compases de Rocío no son de Vidrié, son de Turina. Bueno, en realidad, los del principio tampoco son de Vidrié...

    Por lo demás, un gustazo leer tus sahumerios ;)

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    1. Siempre está uno a tiempo de aprender un poquito más... ¿Sabes algo más de la pieza original de Turina? Un abrazo, y gracias por la aportación.

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