Imaginería
Nuevo grupo escultórico de la Humildad. Fotografía: Álvaro Simón Quero. |
Ha sido en este ámbito
donde se ha lanzado una de las más interesantes propuestas
procesionistas durante la pasada Semana Mayor. La Cofradía de la
Humildad, extraordinariamente bien asesorada por Juan Antonio Sánchez
López -quien, habida cuenta de sus amplios conocimientos de
imaginería e iconografía en la Historia del Arte, podría
considerarse alma máter del proyecto-, ha puesto toda su
confianza en el imaginero onubense Elías Rodríguez Picón para la
renovación completa del grupo escultórico y el replanteamiento
iconográfico del misterio. La evidente meta alcanzada es la de haber
rodeado al Señor tallado por Buiza de un grupo de imágenes de
suficiente altura artística como para componer de forma más que
correcta la escena de la presentación al pueblo. Las voces a pie de
calle pueden diferir en algunos aspectos: Hay a quien todavía
rechina el uso de una estética extremadamente realista, o quien
reclama para la figura del Cristo un mayor protagonismo en la escena.
Bien es cierto que se podría dar un paso en este último sentido,
sacando partido a los magníficos valores plásticos de la anatomía
de la imagen titular, la cual podría ser revalorizada siendo
ataviada con clámide en lugar de túnica, acercando aún más el
momento al original del Evangelio, en que se presenta en el balcón
de Pilatos a un hombre que acaba de ser flagelado y coronado de
espinas. Lo que parece incuestionable es que lejos de dejarse
arrastrar por tendencias o modas, este grupo escultórico posee una
personalidad que lo convierte, según creemos, en definitivo.
En otro orden de cosas,
varias cofradías han mostrado en sus imágenes titulares un renovado
aspecto a raíz de sus respectivas intervenciones, no siempre con la
categoría de restauración. No en todos los casos el criterio
adoptado puede parecer el más ortodoxo, y por lo tanto los
resultados se encuentran a diferentes niveles:
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El Prendimiento, policromado de nuevo por García Palomo. Fotografía: Álvaro Simón Quero. |
De un lado, el titular de
la Cofradía del Prendimiento presentaba -por primera vez en Semana
Santa, aunque en los actos de las JMJ de Madrid ya ocurriese- la
segunda policromía ejecutada por el imaginero Juan Manuel García
Palomo. Si bien es cierto que con esta intervención, en la que se
han empleado carnaciones más oscuras y cercanas a la estampa clásica
de la imagen, se ha tratado de reparar la equivocada actuación
anterior, seguimos pensando que se han alterado los valores plásticos
originales. García Palomo acentúa marcadamente aspectos del
modelado que en la obra de Lastrucci original quedaban mucho más
veladas, por preferir el autor sevillano una policromía mucho más
homogénea. Incuestionablemente, este posicionamiento estético sitúa
a la imagen en un lenguaje algo más manierista -afectado, que
podría decirse- para adecuarlo cómodamente al grupo escultórico,
realizado en su mayor parte por García Palomo. Algo parecido, aunque
más discretamente, ocurre con el Cristo del Santo Traslado, imagen
que también se ha vuelto a policromar de nuevo. Israel Cornejo,
autor de un barroquizante grupo escultórico diametralmente distinto
al concepto estético de Pedro Moreira, ha asumido la tarea de
consolidar la imagen del titular y dotarle de una nueva policromía
en la que, con ciertos detalles -inclusión de pelo natural en las
pestañas, dulcificación de rasgos mediante encarnaduras con suaves
degradaciones de color- trata de acercarlo a los estilemas del resto
de figuras. ¿Qué perdemos en ambos casos? Impronta. Ni Lastrucci ni
Moreira fueron escultores excepcionales; sin embargo ambos han
aportado a la Semana Santa un concepto artístico más o menos
personal, que ahora es más difícil rastrear.
Mención aparte merece el
tratamiento dado al Cristo de la Vera Cruz, cuyo caso es más el de
una difícil reconstrucción a partir del lamentable estado en que se
encontraba. Digna de encomio sería la labor de estudio
estratigráfico de las diferentes policromías encontradas en la
imagen, optando Juan Manuel Miñarro -este sí, restaurador- por el
rescate de aquella de más categoría entre las que se podían poner
en valor. Miñarro ha completado aspectos artísticos de la talla
-como el perizoma o el modelado de la barbilla, casi perdido-
basándose en criterios científicos de aproximación a ejemplos
coetáneos. En favor del autor de esta restauración, decir que ha
utilizado un principio diferenciador absolutamente discreto entre las
zonas rescatadas y aquellas nuevas, aunque localizable, en las
texturas de la policromía de la efigie.
Finalmente, la de María
Santísima de las Angustias, restaurada por Luis Álvarez Duarte,
podría describirse como la más discreta de las actuaciones de
conservación llevadas a cabo en el último curso cofrade. Al
parecer, la eliminación de repintes añadidos con osadía en el
pasado reciente ha devuelto gran parte del sello inequívoco de
Castillo Lastrucci.
Tronos procesionales
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Nuevo trono de Azotes y Columna. Fotografía: Álvaro Simón Quero. |
A este respecto, el más
relevante de los estrenos ha sido el de la ejecución completa de un
nuevo trono para el Cristo de Azotes y Columna, de las Reales
Cofradías Fusionadas. Juan Carlos García Díaz ha llevado a término
las tareas principales del proyecto, diseñando por completo el
conjunto y tallando en madera el cajillo. Las piezas de orfebrería
han sido confiadas a los talleres de Aragón y Pineda. El gran
cambio, con esta renovación, se produce en cuanto a las
proporciones. No escapa a nadie que se ha ampliado considerablemente
la anchura del cajillo, tratando de adaptarlo al que al parecer será
un numeroso grupo escultórico para la escena de la flagelación. Se
trata de un trono procesional mucho menos discreto que el anterior,
en el que había un acertado equilibrio cromático entre los
distintos maderajes y la propia imagen. En el caso que nos ocupa, nos
encontramos ante un diseño no siempre armonioso en las proporciones
y las formas -la supuesta filiación del proyecto a las líneas de la
sillería del coro de la Catedral malagueña no es sino un pretexto-,
así como ante una exhaustiva disposición de elementos de metal
plateado, que producen un efecto variopinto y hasta discordante. A
nuestro entender, tanto la talla en madera como las labores de
orfebrería son correctas, teniendo lugar un problema de base en
cuanto a diseño, de un eclecticismo exento de afinación. La
imaginería de las capillas, por su parte, es de un resultado
bastante pobre.
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Trono de Jesús Nazareno de Viñeros. Fotografía: Álvaro Simón Quero. |
También en esta Semana
Santa hemos podido contemplar en la calle el nuevo trono de carrete
para Jesús Nazareno de Viñeros. Encomiable la intención de la
Cofradía en tratar de conservar al milímetro las trazas originales
de las andas anteriores, de Cristóbal Velasco (1957), muy dañado en
un accidente sufrido durante uno de los habituales traslados del
trono. A nuestro entender, si bien el conjunto brilla por su
aportación a las señas de identidad del procesionismo en Málaga,
la falta se encuentra en el muy diferente tratamiento dado a las dos
mitades -superior e inferior- del carrete, llevadas a cabo por
tallistas y doradores diferentes. Se distancian tanto en la
volumetría de los motivos ornamentales como en la tonalidad del pan
de oro empleado, hecho que es particularmente palpable en las
primeras horas de la tarde en que la cofradía realiza su salida
procesional. Francisco Pineda, autor del trono de la Virgen, inició
los trabajos de este cajillo, que hubo de ser terminado por Gonzalo
Merencio, quien aplicó una transcripción mucho más literal de la
obra original.
Otros tronos han sido
remozados, unos con más acierto que otros, en el dorado de su talla.
El caso más llamativo es el del trono del Cristo de la Columna, en
el que por primera vez se ha empleado oro fino para revestir la
superficie lígnea. No contento con ello, Ángel Varo ha rescatado
elementos excluidos del trono original y ha consolidado toda la
estructura, aplicando diferentes mejoras en la distribución de las
tulipas en los arbotantes. El resultado, a vista de todos, es la
recuperación de uno de los más personales tronos malagueños de la
posguerra, de Francisco Palma Burgos. En la trasera del trono del
Santísimo Cristo de la Esperanza en su Gran Amor encontramos la
segunda fase del dorado, cuya armonía final no podremos dilucidar
hasta analizar la pieza en su conjunto.
Bordados
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Nuevo palio de Consolación y Lágrimas. Fotografía: Álvaro Simón Quero. |
Pocas veces se produce un
estreno de la envergadura que corresponde a la hechura de un palio en
su totalidad. Es el caso del portentoso conjunto diseñado por Eloy
Téllez y bordado en oro sobre terciopelo malva por el taller de Juan
Rosén para María Santísima de Consolación y Lágrimas. Nos
encontramos ante un trabajo impecable tanto de diseño como de
bordado, que trata de recrear algunas de las características
generales del palio anterior, bordado en gran parte por los talleres
de Victoria Caro (luego taller de Esperanza Elena Caro) en los años
veinte del pasado siglo. Por su parte, Eloy Téllez ha compuesto un
elegante dibujo, en el que se hace más prolífica la ornamentación
vegetal que las características cenefas de inspiración
arquitectónica de las anteriores bambalinas -tan personales-. El
resultado es el de unas bambalinas más cortas que en el anterior
palio, hecho que se contrarresta con una larguísima morillera que
confiere al movimiento de la pieza en la calle un gracejo singular.
El techo de palio, por su parte, mejora ostensiblemente al anterior,
realizado en diferentes y desiguales fases. Ahora, el escudo de la
orden mercedaria queda inscrito en una sucesión de molduras
mixtilíneas concéntricas, arropadas por un abigarrado entramado de
hojarasca.
El Monte Calvario estrena su nueva bambalina. Fotografía: Álvaro Simón Quero. |
También la Cofradía del
Monte Calvario ha escogido este año para emplearse a fondo con su
palio. Mostrando un extraordinario interés por alcanzar las máximas
cotas de calidad, se ha estrenado sólo la bambalina frontal del
conjunto, con un excepcional bordado a dos caras llevado a cabo en
los talleres de Salvador Oliver Urdiales, quizá el más alto
exponente del bordado malagueño en la actualidad. El diseño,
también del prolífico Eloy Téllez Carrión, constituye uno de sus
proyectos más armoniosos y concordantes con lo que ya existía en el
trono procesional. Así, partiendo de un magnífico conjunto de paños
y capillas diseñadas por Fernando Prini y elaborados en plata de
ley, Téllez retoma las líneas principales de la ornamentación -muy
inspiradas en el grande del diseño que fuera Cayetano González-
para componer su obra. Así, distribuye la bambalina en tres paños
que hacen coincidir sus ejes de simetría con la ordenación del
cajillo. En la silueta inferior del palio, Téllez respeta en cierta
manera las ideas iniciales pergeñadas por Prini, quien ya ideara un
palio mucho más sencillo pero cuyo corte inferior ya tenía un
perfil sinuosamente alabeado. La profusión de técnicas de bordado,
la singular calidad del tejido base empleado -terciopelo de seda rojo
guinda- y la ejecución a mano de un espléndido fleco, acaban por
dotar a esta pieza de un fulgurante futuro como obra clave de nuestra
Semana Santa.
Otra de las grandes
novedades ha tenido lugar con el pasado a un nuevo terciopelo verde
del clásico manto procesional de María Santísima de Gracia y
Esperanza. Este trabajo se ha realizado con gran profesionalidad en
el taller de Joaquín Salcedo Canca, recuperando para la ciudad una
pieza patrimonial de extraordinario valor, que fuera bordada por las
madres Trinitarias en los años 50 del siglo pasado. Se ha procedido,
como es habitual en estos casos, al limpiado de todas las piezas y a
un nuevo perfilado, así como a la eliminación de piedras de
colores, para sustituirlas por otras de color blanco en la idea de
proporcionar una mayor uniformidad. Tan sólo hay un aspecto de esta
intervención que en nuestra opinión es irrespetuosa con el diseño
original de Juan Bautista Casielles del Nido, artífice de gran parte
del estilo de la hermandad: la ampliación del manto en su parte
final, añadiendo una franja ornamental de bordados nuevos, con el
único pretexto de que el manto resultaba corto al resituar la
imagen titular en su sitio, el centro del trono. Con este tipo de
decisiones, las obras emblemáticas corren el riesgo de perder parte
de su proporción y armonía natural, alejándose del concepto
primigenio que las animó. Poner en cuestión un perfectísimo
diseño, como el que tenemos entre manos de Casielles, quizá no sea
la mejor opción.
Orfebrería
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Gracia y Esperanza, con su nueva corona. Fotografía: Álvaro Simón Quero. |
Tan sólo uno, pero
excepcional, sería el estreno reseñable de esta Semana Santa en la
categoría del trabajo en metal. Fernando Prini Betés ha diseñado
para la Cofradía de Estudiantes una elegante y cuidada corona para
ceñir las sienes de María Santísima de Gracia y Esperanza,
ejecutada después por el virtuoso joyero Manuel Valera, quien ha
reproducido fielmente en volúmenes el dibujo original. Para tal fin
se ha utilizado plata de ley sobredorada, esmeraldas y brillantes.
Pocas veces hay tal sintonía entre diseñador y orfebre, teniendo
lugar una presea de gran ligereza visual -gran parte de la decoración
de la ráfaga se nutre de un aéreo compendio de tallos y hojas de
escasa corporeidad- y encomiable armonía estilística. El
Renacimiento, como en las piezas de Casielles que completan el ajuar
de esta imagen, es el leitmotiv de la obra, resultando
singular la pareja de grifos rampantes que jalonan el eje principal.
El efecto en la calle, visto lo visto el Lunes Santo, es que la
imagen adquiere una elegancia inédita.
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