6 may 2012

Estrenos destacados de la Semana Santa 2012


Imaginería


Nuevo grupo escultórico de la Humildad. Fotografía: Álvaro Simón Quero.
Ha sido en este ámbito donde se ha lanzado una de las más interesantes propuestas procesionistas durante la pasada Semana Mayor. La Cofradía de la Humildad, extraordinariamente bien asesorada por Juan Antonio Sánchez López -quien, habida cuenta de sus amplios conocimientos de imaginería e iconografía en la Historia del Arte, podría considerarse alma máter del proyecto-, ha puesto toda su confianza en el imaginero onubense Elías Rodríguez Picón para la renovación completa del grupo escultórico y el replanteamiento iconográfico del misterio. La evidente meta alcanzada es la de haber rodeado al Señor tallado por Buiza de un grupo de imágenes de suficiente altura artística como para componer de forma más que correcta la escena de la presentación al pueblo. Las voces a pie de calle pueden diferir en algunos aspectos: Hay a quien todavía rechina el uso de una estética extremadamente realista, o quien reclama para la figura del Cristo un mayor protagonismo en la escena. Bien es cierto que se podría dar un paso en este último sentido, sacando partido a los magníficos valores plásticos de la anatomía de la imagen titular, la cual podría ser revalorizada siendo ataviada con clámide en lugar de túnica, acercando aún más el momento al original del Evangelio, en que se presenta en el balcón de Pilatos a un hombre que acaba de ser flagelado y coronado de espinas. Lo que parece incuestionable es que lejos de dejarse arrastrar por tendencias o modas, este grupo escultórico posee una personalidad que lo convierte, según creemos, en definitivo.

En otro orden de cosas, varias cofradías han mostrado en sus imágenes titulares un renovado aspecto a raíz de sus respectivas intervenciones, no siempre con la categoría de restauración. No en todos los casos el criterio adoptado puede parecer el más ortodoxo, y por lo tanto los resultados se encuentran a diferentes niveles:

El Prendimiento, policromado de nuevo por García Palomo.
Fotografía: Álvaro Simón Quero.
De un lado, el titular de la Cofradía del Prendimiento presentaba -por primera vez en Semana Santa, aunque en los actos de las JMJ de Madrid ya ocurriese- la segunda policromía ejecutada por el imaginero Juan Manuel García Palomo. Si bien es cierto que con esta intervención, en la que se han empleado carnaciones más oscuras y cercanas a la estampa clásica de la imagen, se ha tratado de reparar la equivocada actuación anterior, seguimos pensando que se han alterado los valores plásticos originales. García Palomo acentúa marcadamente aspectos del modelado que en la obra de Lastrucci original quedaban mucho más veladas, por preferir el autor sevillano una policromía mucho más homogénea. Incuestionablemente, este posicionamiento estético sitúa a la imagen en un lenguaje algo más manierista -afectado, que podría decirse- para adecuarlo cómodamente al grupo escultórico, realizado en su mayor parte por García Palomo. Algo parecido, aunque más discretamente, ocurre con el Cristo del Santo Traslado, imagen que también se ha vuelto a policromar de nuevo. Israel Cornejo, autor de un barroquizante grupo escultórico diametralmente distinto al concepto estético de Pedro Moreira, ha asumido la tarea de consolidar la imagen del titular y dotarle de una nueva policromía en la que, con ciertos detalles -inclusión de pelo natural en las pestañas, dulcificación de rasgos mediante encarnaduras con suaves degradaciones de color- trata de acercarlo a los estilemas del resto de figuras. ¿Qué perdemos en ambos casos? Impronta. Ni Lastrucci ni Moreira fueron escultores excepcionales; sin embargo ambos han aportado a la Semana Santa un concepto artístico más o menos personal, que ahora es más difícil rastrear.

Mención aparte merece el tratamiento dado al Cristo de la Vera Cruz, cuyo caso es más el de una difícil reconstrucción a partir del lamentable estado en que se encontraba. Digna de encomio sería la labor de estudio estratigráfico de las diferentes policromías encontradas en la imagen, optando Juan Manuel Miñarro -este sí, restaurador- por el rescate de aquella de más categoría entre las que se podían poner en valor. Miñarro ha completado aspectos artísticos de la talla -como el perizoma o el modelado de la barbilla, casi perdido- basándose en criterios científicos de aproximación a ejemplos coetáneos. En favor del autor de esta restauración, decir que ha utilizado un principio diferenciador absolutamente discreto entre las zonas rescatadas y aquellas nuevas, aunque localizable, en las texturas de la policromía de la efigie.

Finalmente, la de María Santísima de las Angustias, restaurada por Luis Álvarez Duarte, podría describirse como la más discreta de las actuaciones de conservación llevadas a cabo en el último curso cofrade. Al parecer, la eliminación de repintes añadidos con osadía en el pasado reciente ha devuelto gran parte del sello inequívoco de Castillo Lastrucci.


Tronos procesionales

Nuevo trono de Azotes y Columna.
Fotografía: Álvaro Simón Quero.
A este respecto, el más relevante de los estrenos ha sido el de la ejecución completa de un nuevo trono para el Cristo de Azotes y Columna, de las Reales Cofradías Fusionadas. Juan Carlos García Díaz ha llevado a término las tareas principales del proyecto, diseñando por completo el conjunto y tallando en madera el cajillo. Las piezas de orfebrería han sido confiadas a los talleres de Aragón y Pineda. El gran cambio, con esta renovación, se produce en cuanto a las proporciones. No escapa a nadie que se ha ampliado considerablemente la anchura del cajillo, tratando de adaptarlo al que al parecer será un numeroso grupo escultórico para la escena de la flagelación. Se trata de un trono procesional mucho menos discreto que el anterior, en el que había un acertado equilibrio cromático entre los distintos maderajes y la propia imagen. En el caso que nos ocupa, nos encontramos ante un diseño no siempre armonioso en las proporciones y las formas -la supuesta filiación del proyecto a las líneas de la sillería del coro de la Catedral malagueña no es sino un pretexto-, así como ante una exhaustiva disposición de elementos de metal plateado, que producen un efecto variopinto y hasta discordante. A nuestro entender, tanto la talla en madera como las labores de orfebrería son correctas, teniendo lugar un problema de base en cuanto a diseño, de un eclecticismo exento de afinación. La imaginería de las capillas, por su parte, es de un resultado bastante pobre.

Trono de Jesús Nazareno de Viñeros. Fotografía: Álvaro Simón Quero.
También en esta Semana Santa hemos podido contemplar en la calle el nuevo trono de carrete para Jesús Nazareno de Viñeros. Encomiable la intención de la Cofradía en tratar de conservar al milímetro las trazas originales de las andas anteriores, de Cristóbal Velasco (1957), muy dañado en un accidente sufrido durante uno de los habituales traslados del trono. A nuestro entender, si bien el conjunto brilla por su aportación a las señas de identidad del procesionismo en Málaga, la falta se encuentra en el muy diferente tratamiento dado a las dos mitades -superior e inferior- del carrete, llevadas a cabo por tallistas y doradores diferentes. Se distancian tanto en la volumetría de los motivos ornamentales como en la tonalidad del pan de oro empleado, hecho que es particularmente palpable en las primeras horas de la tarde en que la cofradía realiza su salida procesional. Francisco Pineda, autor del trono de la Virgen, inició los trabajos de este cajillo, que hubo de ser terminado por Gonzalo Merencio, quien aplicó una transcripción mucho más literal de la obra original.

Otros tronos han sido remozados, unos con más acierto que otros, en el dorado de su talla. El caso más llamativo es el del trono del Cristo de la Columna, en el que por primera vez se ha empleado oro fino para revestir la superficie lígnea. No contento con ello, Ángel Varo ha rescatado elementos excluidos del trono original y ha consolidado toda la estructura, aplicando diferentes mejoras en la distribución de las tulipas en los arbotantes. El resultado, a vista de todos, es la recuperación de uno de los más personales tronos malagueños de la posguerra, de Francisco Palma Burgos. En la trasera del trono del Santísimo Cristo de la Esperanza en su Gran Amor encontramos la segunda fase del dorado, cuya armonía final no podremos dilucidar hasta analizar la pieza en su conjunto.


Bordados

Nuevo palio de Consolación y Lágrimas. Fotografía: Álvaro Simón Quero.
Pocas veces se produce un estreno de la envergadura que corresponde a la hechura de un palio en su totalidad. Es el caso del portentoso conjunto diseñado por Eloy Téllez y bordado en oro sobre terciopelo malva por el taller de Juan Rosén para María Santísima de Consolación y Lágrimas. Nos encontramos ante un trabajo impecable tanto de diseño como de bordado, que trata de recrear algunas de las características generales del palio anterior, bordado en gran parte por los talleres de Victoria Caro (luego taller de Esperanza Elena Caro) en los años veinte del pasado siglo. Por su parte, Eloy Téllez ha compuesto un elegante dibujo, en el que se hace más prolífica la ornamentación vegetal que las características cenefas de inspiración arquitectónica de las anteriores bambalinas -tan personales-. El resultado es el de unas bambalinas más cortas que en el anterior palio, hecho que se contrarresta con una larguísima morillera que confiere al movimiento de la pieza en la calle un gracejo singular. El techo de palio, por su parte, mejora ostensiblemente al anterior, realizado en diferentes y desiguales fases. Ahora, el escudo de la orden mercedaria queda inscrito en una sucesión de molduras mixtilíneas concéntricas, arropadas por un abigarrado entramado de hojarasca.

El Monte Calvario estrena su nueva bambalina.
Fotografía: Álvaro Simón Quero.
También la Cofradía del Monte Calvario ha escogido este año para emplearse a fondo con su palio. Mostrando un extraordinario interés por alcanzar las máximas cotas de calidad, se ha estrenado sólo la bambalina frontal del conjunto, con un excepcional bordado a dos caras llevado a cabo en los talleres de Salvador Oliver Urdiales, quizá el más alto exponente del bordado malagueño en la actualidad. El diseño, también del prolífico Eloy Téllez Carrión, constituye uno de sus proyectos más armoniosos y concordantes con lo que ya existía en el trono procesional. Así, partiendo de un magnífico conjunto de paños y capillas diseñadas por Fernando Prini y elaborados en plata de ley, Téllez retoma las líneas principales de la ornamentación -muy inspiradas en el grande del diseño que fuera Cayetano González- para componer su obra. Así, distribuye la bambalina en tres paños que hacen coincidir sus ejes de simetría con la ordenación del cajillo. En la silueta inferior del palio, Téllez respeta en cierta manera las ideas iniciales pergeñadas por Prini, quien ya ideara un palio mucho más sencillo pero cuyo corte inferior ya tenía un perfil sinuosamente alabeado. La profusión de técnicas de bordado, la singular calidad del tejido base empleado -terciopelo de seda rojo guinda- y la ejecución a mano de un espléndido fleco, acaban por dotar a esta pieza de un fulgurante futuro como obra clave de nuestra Semana Santa.

Otra de las grandes novedades ha tenido lugar con el pasado a un nuevo terciopelo verde del clásico manto procesional de María Santísima de Gracia y Esperanza. Este trabajo se ha realizado con gran profesionalidad en el taller de Joaquín Salcedo Canca, recuperando para la ciudad una pieza patrimonial de extraordinario valor, que fuera bordada por las madres Trinitarias en los años 50 del siglo pasado. Se ha procedido, como es habitual en estos casos, al limpiado de todas las piezas y a un nuevo perfilado, así como a la eliminación de piedras de colores, para sustituirlas por otras de color blanco en la idea de proporcionar una mayor uniformidad. Tan sólo hay un aspecto de esta intervención que en nuestra opinión es irrespetuosa con el diseño original de Juan Bautista Casielles del Nido, artífice de gran parte del estilo de la hermandad: la ampliación del manto en su parte final, añadiendo una franja ornamental de bordados nuevos, con el único pretexto de que el manto resultaba corto al resituar la imagen titular en su sitio, el centro del trono. Con este tipo de decisiones, las obras emblemáticas corren el riesgo de perder parte de su proporción y armonía natural, alejándose del concepto primigenio que las animó. Poner en cuestión un perfectísimo diseño, como el que tenemos entre manos de Casielles, quizá no sea la mejor opción.


Orfebrería

Gracia y Esperanza, con su nueva corona.
Fotografía: Álvaro Simón Quero.
Tan sólo uno, pero excepcional, sería el estreno reseñable de esta Semana Santa en la categoría del trabajo en metal. Fernando Prini Betés ha diseñado para la Cofradía de Estudiantes una elegante y cuidada corona para ceñir las sienes de María Santísima de Gracia y Esperanza, ejecutada después por el virtuoso joyero Manuel Valera, quien ha reproducido fielmente en volúmenes el dibujo original. Para tal fin se ha utilizado plata de ley sobredorada, esmeraldas y brillantes. Pocas veces hay tal sintonía entre diseñador y orfebre, teniendo lugar una presea de gran ligereza visual -gran parte de la decoración de la ráfaga se nutre de un aéreo compendio de tallos y hojas de escasa corporeidad- y encomiable armonía estilística. El Renacimiento, como en las piezas de Casielles que completan el ajuar de esta imagen, es el leitmotiv de la obra, resultando singular la pareja de grifos rampantes que jalonan el eje principal. El efecto en la calle, visto lo visto el Lunes Santo, es que la imagen adquiere una elegancia inédita.






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