11 may 2012

Compromiso con el Arte

Imagen del Cristo del Santo Traslado. Fotografía: Álvaro Simón Quero.


Es la hora. Sin duda; de detenerse un momento a otear lo alcanzado. Cómo el patrimonio artístico y artesanal de las cofradías de Pasión se ha enriquecido de un modo sobresaliente y en una cantidad encomiable. Desde las décadas del ingenio y el artificio, en un lapso de tiempo sorprendente, se ha llegado a una impresionante opulencia que supera con creces las ya viejas aspiraciones de apenas hace unas décadas. Podría decirse que en todos los ámbitos que conllevan un enriquecimiento patrimonial -imaginería, talla, diseño, orfebrería, bordado...- el tesoro de nuestra Semana Santa ha dado un salto cuantitativo y cualitativo de una magnitud que no deja de maravillarnos.

Sin embargo, nos enfrentamos también a uno de los mayores retos y corremos las más de las veces enormes riesgos que pondrían en peligro tan meritorios logros. Hablo de la conservación y de la puesta en valor de todas aquellas piezas -artísticas o artesanales, no importan los límites- que han significado un hito en la historia de nuestras corporaciones nazarenas. La obra de artífices que aportaron una visión propia y personal, pero además arraigada en un momento concreto, que se convierte en testigo de primera mano de cada secuencia del pasado. Cierto es que la Agrupación de Cofradías, en su última singladura, apostó por la cultura cofrade con el establecimiento de un proyecto museístico más que notable; no obstante, conformarse con considerar al Museo de las Cofradías como un mero continente de aquellas piezas de segunda fila que las hermandades deshechan, y dar por bueno este procedimiento, no sería sino un vulgar maquillaje para acallar conciencias.

Si de verdad en el ente agrupacional preocupa el enorme patrimonio plástico que las cofradías han reunido a través de las décadas, debe romper una lanza a favor de la protección de ese vasto elenco de piezas artísticas. Y no sólo del paso del tiempo. No. Precisamente porque bajo el pretexto del paso del tiempo se esconden muchas oscuras argucias que han vapuleado a muchas obras de arte. Podríamos enumerar -no lo haremos- la larga secuencia de imágenes restauradas con un criterio más que cuestionable, bordados descompuestos de su diseño original o enriquecidos en función de las tendencias, tronos ampliados en los que se desfigura la proporción original -habida cuenta de que la proporción es ley principal del diseño-; por no hablar de piezas a las que se deja agonizar para -aduciendo su pésima conservación- sustituir por otras en función de las modas.

Quizá no sería posible la creación de una comisión, especializada en arte y artesanía de la Semana Santa, que diese su visto bueno a aquellas intervenciones importantes sobre el patrimonio cofrade. Quizá, sencillamente, porque en este mundo pequeño y autocomplaciente de las cofradías no se tiene la perspectiva suficiente como para admitir que se trata con elementos de nuestra historia, no sólo con objetos de mobiliario que se pueden alterar alegremente. Pero podría haber un camino en el que iniciarse: La firma de un documento, una especie de declaración de intenciones, en que un nutrido grupo de cofradías, a instancias de la propia Agrupación, se comprometiese a acometer con rigor científico e histórico todas aquellas empresas que supongan una intervención sustancial en alguno de sus objetos artísticos. Algo así como un manifiesto en que se establezca un protocolo de actuaciones que nos asegure que ese tesoro está en buenas manos y perdurará con su impronta original para generaciones futuras.



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