Nos
encontramos ante una personalísima pieza suntuaria que, con su
original traza, viene a enriquecer el patrimonio artístico de la
hermandad de los Remedios. Buena parte de su valía procede del
propio diseño, en este caso llevado a cabo por el propio bordador de
la pieza, Joaquín Salcedo Canca, quien se ha basado asimismo en
ideas de José Soler, miembro de la corporación. Siguiendo fielmente
el concepto estético del patrimonio de la hermandad, el dibujo ha
sido orquestado según los parámetros del bordado dieciochesco,
dando lugar a una obra de estilo claramente rococó. La pieza ha sido
bordada en oro fino sobre terciopelo de color rojo guinda, según
técnicas que se alejan del consabido bordado a realce, pues ha sido
ejecutado casi en su totalidad sobre el tejido soporte, rescatando
técnicas antiguas propias de los obradores monacales. El resultado
es una obra que presume de un riguroso historicismo.
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| Detalle del medallón central, bordado en seda. |
El
corte del enser es el propio de un estandarte de tipología clásica,
concebido como un lábaro acabado en dos puntas. Su contorno
prácticamente rectilíneo se anima sutilmente por la disposición
del ornamento en forma de rocalla, festoneando todo el perímetro.
Buena parte de esas formas la constituyen clásicas ces que
encierran livianas hojas de acanto. En el centro de la insignia, la
imagen de Nuestra Señora de los Remedios ha sido representada en
seda de colores según la práctica de los añejos verdaderos
retratos, a partir de una pintura realizada por el pintor
benalmadense Francisco Naranjo Beltrán, artífice de otras piezas
singulares para la hermandad como el cierre del camarín o el frontal
de altar que se dispone en los cultos. Así, el óvalo con la imagen
de la Virgen sigue muy de cerca algunos modelos zurbaranescos de la
Inmaculada Concepción, especialmente en la forma en que se dispone
el manto sobre nubes y cabezas de querubín. El vivaz cromatismo del
celaje figurado como fondo delata un virtuoso trabajo de la seda. Muy
singular resulta el marco de esta representación, guarnecido de una
cenefa de rocalla que, al alternarse en un ritmo pareado, confiere un
acusado perfil mixtilíneo muy interesante. El resto de la superficie
textil ha sido tejido como una doble malla de cuadrados al sesgo.
Especial
atención merece la propia selección de los puntos de bordado. Se da
con mucha profusión la cartulina en diversas variantes, sobre todo
en el molduraje de la rocalla; la hojilla, por su parte, destaca en
las pequeñas ces secundarias de la cenefa y en los nervios de
la rocalla; en los motivos vegetales, finalmente, se combinan
distintas formas de tejido, completándose la labor con pedrería de
cristal. Digno de mención es el denodado trabajo de la corona real
que remata esta obra, pues se ha configurado como un elemento exento.
El canasto es una fastuosa muestra armada en que tienen cita
múltiples puntos de bordado, con especial énfasis en la hojilla de
oro y la pedrería. Los achatados imperiales, sumamente evocadores
del periodo dieciochesco, acogen un orbe exento que remata el astil
del simpecado. El cincelado del metal ha correspondido a los talleres
de Orfebrería Andaluza de Sevilla, siguiendo el mismo estilo que los
bordados.
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