Fotografía: Álvaro Simón Quero. |
Un
año de estos vamos a plantearnos si seguir con gafas de sol todas
las noches de procesiones. Los focos omnipresentes que alumbran la
ciudad en Semana Santa, que parece que florezcan como el azahar en
primavera, la han convertido en un enorme plató de televisión.
Originan un extrañísimo paisaje urbano en que todo cambia de color.
Los tronos, en vez de dorados, amarillos; las imágenes, rosa chicle;
y el cielo de noche cerrada, en la tele parece azul eléctrico. Será
para eso, para que se vean bien bonitas las procesiones en la tele, o
para que no nos pisemos en los encierros, o para que podamos contarle
los dientes a las imágenes, o vaya usted a saber para qué...
Valientemente. Con el trabajo que ha costado llegar a este
anacronismo, a este viaje en el tiempo que es la Semana Santa, que
con su liturgia nos lleva al Concilio de Trento. ¿Los que deciden
esa iluminación de cine, se han parado a pensar en la verdadera
magia de todo esto? Las tallas, ese íntimo vehículo de comunicación
con lo Sagrado, fueron concebidas como encarnación del dolor y el
sufrimiento entre humano y divino. A su condición de madera
esculpida y policromada le corresponde una atmósfera incierta, donde
de alguna manera parezca que cobren vida.
El
peor enemigo de la imagen sagrada es el foco. Si no, que se lo digan
al Cautivo, que tantas veces anda deslumbrado por esas calles de
Dios, ni que le hiciera falta. Con el abuso de electricidad,
encaramada y escondida entre las flores, se pierde la gracia, el
sabor y la belleza. Por no hablar de cómo se echa por tierra la
liturgia. ¿Cómo relumbrará una candelería, sino en la penumbra?
¿Cómo parecerán de alabastro las tulipas de los arbotantes, sino
en la espesura de la noche? Con el cegador alumbrado, casi de feria,
desaparece el claroscuro. Permítanme decir que añadir electricidad
al asunto es tan horrendo como emitir una saeta con altavoces o una
petalada con ventilador.
Bien
estaría una cruceta con alicates, en los días previos a las
procesiones. Ir alegremente cortando cables, ya que esperar un apagón
depende del azar. Y dejar a las cofradías con su luz añeja, propia,
la de los cirios, la de la luna llena y la propia luz de la calle.
¿Para qué queremos más?
Nota: Segunda colaboración con el programa `Bajo Palio´, de Canal Sur Radio. Cuaresma de 2013.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario