![]() |
La Semana Santa de la lluvia. Foto: Álvaro Simón Quero |
Y de la decepción, la desazón, el desencuentro, el desaliño. Una vez rota la Semana Santa, de una manera tan fehaciente, las ilusiones quedan hechas jirones y nadie puede avanzar según lo previsto. Pienso en la cantidad insondable de esfuerzos que eran necesarios para poner en marcha esta maquinaria gigantesca que nos aporta el mayor orgullo como ciudad. Desde la impresión de los itinerarios de papel, que no han podido resultar más inútiles estos días, hasta el cuidado exorno floral de este o aquel trono, doblegado a marchitarse sin respirar el aire exterior. Nos han roto la Semana Santa, y han tirado por alto el anhelo este año más ansiado que otros -por aquello de la tardía primavera-.
Son estas unas líneas pesimistas, escritas en el demasiado azul Sábado Santo, de vacío y ausencia de liturgia, que debiera ser de fatiga, pies doloridos y acumulación en las retinas de demasiadas imágenes bellas como para ser recordadas con afinación. Sin embargo, anidado en el corazón me queda también un sentimiento grato, el de haber permanecido conectado en los deseos a mis hermanos cofrades, a todos aquellos que habéis estado a pie de calle, a pesar de los malos augurios, facilitando la información instantánea de una Semana Santa distinta y difícil de seguir. Es la Semana Santa de la lluvia, sí; de tal manera que no conozco a nadie que haya sabido recordar otra como esta, tan desapacible y desarmada, tan desecha. Pero es también una Semana Santa que hemos dado en llamar 2.0, la de la eclosión definitiva de las nuevas tecnologías en el espacio urbano, la del uso sostenido de las redes sociales, la información precisa y al minuto, como al cofrade le gusta. En ese intercambio informativo sacamos punta a los defectos, existentes en todas las cofradías, sí; pero desde el respeto, sin imposiciones de un modelo sobre otro. Porque los cofrades de verdad, los que aman su Semana Santa, no creen que sobre nadie. Es la Semana Santa en que algunos dimos la espalda, quizá definitivamente, a los medios de comunicación maniqueos y parciales. No he tocado con mis dedos ni una sola de las páginas del periódico de toda la vida, ese que alardea de amor por Málaga, ni falta que me ha hecho.
Viene a mi memoria la retransmisión televisada que pude ver en diferido de la Cofradía de Mena por el recorrido oficial, la única que pudo llevar a cabo su salida en la funesta jornada del Jueves Santo. No pudo parecerme más triste el verbo agitador y convulso de Antonio Garrido Moraga, con su perorata aburrida de los nazarenos gordos y las cofradías grandes, su fascinación por los cuerpos militares y el malagueñismo de los frentes de procesión sin orden ni concierto. No me entristece por aquello que ensalza, no se confundan; lo hace por su manera exultante de apisonar las maneras y las formas de otros, por el discurso excluyente, del que quedan fuera todos aquellos con otro sentir procesional. Mete en un mismo saco a los que no son de cofradías grandes, militares y suntuosas procesiones, para llamarlos puristas no sin cachondeo evidente. Y ello teniendo de contertulio al hermano mayor de Salesianos y sin dejarle hablar un minuto. Es la punta del iceberg de una actitud destructiva que ningunea al que no encaja en sus cánones. Qué poca sabiduría la del que, con voz engolada, afirma las tradiciones que convienen y -lo peor- a sabiendas, hace invisible en un chasquido toda una tradición anterior que también tuvo su lugar.
Así pues, y dividida la afición en dos compartimentos estancos totalmente separados, me ha tocado encajar con los puristas. Y me mosqueo, no lo puedo evitar, con esos nazarenos que no han salido en su cofradía pero echan la tarde de un lado para otro vistiendo el hábito penitente. Jugando, correteando, paseando, visitando otras hermandades, asistiendo a encierros, derramando por Málaga no ya la cera sino la imagen incierta y desdibujada de su propia cofradía. Se nos ha quedado esta Semana Santa de asfaltos mojados y nervios de punta; de nazarenos descapirotados y tribunas vacías. Me ha faltado escuchar Amarguras, oler incienso de verdad y sentir la bulla delante de la Esperanza. Me han faltado tantas cosas...
.
Muchos compartimos esa misma idea. Haznos un favor, no dejes de escribir o de pensar en voz alta...
ResponderEliminarEcho de menos sahumerios del Martes, Miércoles, Jueves, Viernes Santos...
ResponderEliminar:(