15 abr 2011

Sahumerio del Jueves de Pasión

El Rico comienza su Traslado.
Foto: Álvaro Simón Quero

El de ayer no fue un Jueves de Pasión como los que recuerdo de otros años. Normalmente, y por razones evidentes que compartís conmigo, es jornada de algarabía en lo hondo y mariposillas por las entrañas, soñando como está el alma con recodos de una procesión. Por causa de fuerza mayor, que la Virgen de la Esperanza conoce, desde por la mañana soy consciente de que no voy a oler una pizca de incienso ni ver a las sagradas imágenes avanzar sigilosas hacia sus tronos procesionales. La mañana me es aciaga, y la nubla todavía más la noticia mal contada de una reyerta entre hombres que se tienen por cofrades y se dicen de bien. Consigue arrancarme una sonrisa Juan Francisco Leiva, que acaba de arreglar a la Reina de Málaga para la gran noche del Jueves Santo, formando una revolera de pétalos de blonda en torno a la cara que siempre me ha consolado. Ha compartido la estampa con todos, desgranando también una plegaria de esas que nos gustan: “Si no hubiera trono, ni joyas, ni flores, con la misma pasión seguiríamos queriendo que cubrieras de verde nuestras vidas, pues de una cosa puedes estar segura; que Málaga siempre te espera, porque no hay duda, Esperanza, Málaga es tuya...”

Por la tarde, me aferro a mi pantallita que tantos sabores agradables y perfumes intensos viene regalándome, sabedor de que tengo al otro lado a un buen puñado de buenos cofrades, esos sí, con casta de cofrades de verdad, que jamás ofenderían a su hermano en el Señor, dispuestos a compartir sus vivencias casi al minuto. Y creo estar en calle Granada ante la repintada fachada de Santiago, con sus pilastras a medio terminar y sus maquillajes barrocos, viendo a Nuestro Padre Jesús Nazareno -como a mí me gusta llamarlo- cruzar una puerta dieciochesca para serpentear después por túneles y rondas de muralla, como asiéndose con ahínco a la Historia. Álvaro Simón me regala unas fotografías preciosas en las que se perfilan los titulares de El Rico, mientras continúa mi tarde noche de espera. Me llegan también las diminutas semblanzas de alguien que relata un atrezzo de dudoso gusto: Gafas de sol en la frente -¿a las nueve de la noche?-, chicle y hasta clavel en la solapa.

El Señor de la Pasión, anoche.
Foto: Álvaro Simón Quero
Después habría rezado el Vía Crucis junto a los hermanos de la Pasión, saboreando el recuerdo de aquellos años en que me colé entre sus filas con un cirial, palpitante el corazón en esa noche profunda y antigua que se teje en las naves de los Mártires. Habría caminado hasta San Juan para ver a la Señora de los siete Dolores bajar de su camarín; una salve habría sido el beso perfecto en su onomástica. Pero andaba, al mismo tiempo, muy cerca y muy lejos.

En la madrugada, un zumbido me despierta. La gran albacería de mi Señora de los siete Dolores ya la ha llevado a ocupar su lugar en el trono, en el centro, con perfecta candelería y jarritas de frecsias blancas. Pocas veces me agrada tanto que me corten el finísimo hilo del sueño. Pues ahora sí que puedo soñar tranquilo.





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1 comentario:

  1. Usted no sabe lo que gustan los sahumerios por Alemania.
    Hoy , Viernes de Dolores, no estaré en la Plaza de Enrique Navarro viendo de cerquita cerquita el paso de mi Cristo de la Expiración, ni he estado esta tarde colocando el Olivo a ntro. Padre Jesús del Rescate, pero leer estas líneas me reconforta.
    La pena se diluye cuando suenan los acordes de esta o aquella marcha que reconozco desde la primera nota,preparando torrijas para mis compañeros de medio mundo o explicándole a musulmanes, ateos o hindúes lo que no se puede explicar, nuestra Semana Santa.
    Estoy lejos, más que nunca, pero he tenido la suerte de estarlo en plena ebullición de los medios cofrades en internet. No me cansaré de agradecerle estas líneas que escribe y estoy convencido que traerá un poquito de todo lo que vea esta Semana Santa por este rincón de Alemania.

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